Esa mañana Metalcienta
despertó temprano, se vistió e intentó abrir la puerta del sótano… Cerrado. No
se explicaba por qué su madrastra no había abierto la puerta si tenía que salir
para darles de desayunar y ordenar la casa, como todos los días. Se sentó en su
cama preguntándose lo que podía hacer cuando de pronto alcanzó a escuchar a
Mona gritando y corriendo de un lado para el otro. -¡Ahí viene!- decía la
reggaetonera. -¡Ahí viene el príncipe Tyler con sus escoltas!- -¡Rayos!- murmuró
Metalcienta, asomándose a la ventana para tratar de ver algo.
El consejero del príncipe ni
siquiera tuvo qué tocar la puerta. Doña Eutanasia abrió inmediatamente y les
pidió que se sentaran, al tiempo en que les ofrecía un vaso de agua. Nadie lo
aceptó. -¡Qué honor que el príncipe Tyler visite nuestro humilde hogar!- dijo Doña
Eutanasia, haciendo una reverencia. -No tengo tiempo para formalismos, señora.-
dijo Tyler, serio. –El motivo de mi visita es más importante.-
-Dígame entonces, joven
príncipe. ¿Qué es lo que le trae aquí?- sonrió ella, tratando de controlar su
emoción. -Vengo buscando a la señorita Andrea Llamas. Ella es la vocalista de
la banda ganadora de la guerra de bandas de anoche y sus compañeros me dijeron
que vive en esta casa.- Doña Eutanasia quedó pasmada por un instante. El
príncipe Tyler estaba hablando nada más y nada menos que de su hijastra. ¿Cómo
había hecho ella para estar ahí y no ser reconocida? Quizá debió esperar más
tiempo después de que sacaran a sus hijas… Pudo haberla ridiculizado ahí. Pero
ya era tarde. Tenía qué actuar rápido. -¡Ah claro!- sonrió la malvada mujer.
Luego señaló a su hija Mona. -¡Ella es mi hijastra, Andrea Llamas!-
-¿Yo qué?- preguntó Mona.
-¡Pero si yo soy tu hija! ¡Me llamo Mona, mamá!- Doña Eutanasia lanzó una
mirada fulminante a Mona y la joven reggaetonera se sonrojó, entendiendo que
debió seguirle el juego a su madre. -Señora, no estoy aquí para juegos.- dijo
el príncipe, molesto. -¡No se ofenda, príncipe Tyler!- dijo ella, haciendo todo
lo posible por sonreír. -Sólo era un pequeño chiste. Mi hijastra Andrea es
ella.- y después de decir ésto señaló a Judy.
-¡Soy yo, soy yo!- sonrió
Judy. -¡Gracias por venir a buscarme, príncipe Tyler!- Tyler miró a su
consejero y este dirigió una mirada furiosa a la joven reggaetonera. Luego miró
a los ojos al príncipe y apenas un instante después pidieron a los escoltas que
trajeran la bota de metal. -Si esta bota de metal te queda, creeré que eres tú.-
dijo el príncipe, frunciendo el entrecejo. -¡Claro, claro! ¡Es mi bota!- dijo
Judy, tomándola de las manos del consejero y poniéndosela. Entonces se dio
cuenta de que algo iba muy mal. La bota no le quedaba. Miró a su alrededor y
aguantando el dolor metió su pie a la fuerza hasta que le quedó.
-¿Ves?- dijo Judy al
príncipe. -¡Yo soy Andrea!- El príncipe frunció el ceño y le pidió que se pusiera
de pie. Esta vez la reggaetonera no soportó y gritó de dolor al tratar de
apoyar el pie. Tyler se llevó una mano a la cabeza y esta vez fuera de control,
tomó a Doña Eutanasia de los hombros y la alzó, sacudiéndola. -¿Va a dejarme de
mentir de una vez por todas, señora?- rugió él, realmente enojado.
-¡Andrea se murió!- dijo
Doña Eutanasia. -¡Anoche se murió!- El príncipe iba a lanzarla contra la pared
cuando de pronto escuchó unos fuertes golpes y gritos pidiendo auxilio. Tyler
dejó a Doña Eutanasia de un lado y corrió a pesar de las lágrimas y los gritos
de Mona y de Judy. Al llegar hasta la puerta del sótano sus ojos brillaron al
escuchar la voz que pedía ayuda.
-¿Andrea?- preguntó el
príncipe. -¡Tyler!- dijo ella, llena de alegría. -¡Voy a sacarte de ahí!-
exclamó el príncipe. -¡Aléjate de la puerta!- Esperó unos segundos para que
ella hiciera lo que le pedía y tomó vuelo para derribar la barrera que los
separaba. En cuanto lo hizo Metalcienta le miró con tremenda admiración, al
borde del desmayo.
Sin embargo él la miró con
sus bermudas y su playera viejas, y al instante volteó a ver al par de hermanas
reggaetoneras y a su madre. Aquella mirada era de desprecio total. -¿Así es
como te tienen estas brujas?- preguntó el príncipe a la mujer de sus sueños. -Soy
su sirvienta.- respondió Metalcienta, con vergüenza.
-¡Esto sí que es inaudito!-
rugió el príncipe. Luego avanzó hasta donde se hallaba Metalcienta y la cargó
en sus brazos para sacarla de la casa. La dejó suavemente en su bella
motocicleta negra y luego miró a sus escoltas. -¡Guardias!- rugió Tyler.
-¡Arresten a este trío de brujas!-
-¿Bajo qué cargos, príncipe
Tyler?- preguntó uno de ellos. -¡Bajo el cargo de haberle mentido al príncipe
de este reino! ¡Bajo el cargo de vestirse como se visten y escuchar la música
que escuchan! ¡Bajo el cargo de jod…!- -¡Entendido, príncipe!- dijo el mismo
guardia. Y las órdenes del futuro rey se llevaron a cabo.
Después de esto Los Llamas fueron citados en el palacio para terminar de afinar detalles de la gira que tendrían con los Black Tune. Pocos días antes de que ésta
iniciara, Metalcienta y el príncipe Tyler contrajeron matrimonio. La gira duró
alrededor de un año y fue un éxito rotundo.
Los
Llamas pudieron grabar su primer disco, y después de eso Tyler
y Metalcienta disfrutaron de unas vacaciones fabulosas. Todo marchó de
maravilla para cada uno… excepto para Doña Eutanasia, Mona y Judy, que fueron
forzadas a trabajar como sirvientas en el Palacio Real mientras escuchaban
metal todo el día, alternando entre el cumplimiento de los caprichos del no tan
amable rey Lemmy y la limpieza de los sanitarios de las más de mil habitaciones
con las que contaba el lugar.
Fin… creo.
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