26 jun 2014

Disturbed, suicidio y análisis - Inside the Fire

¡Saludos! La Casa de la Bestia regresa a las andadas (ahora que tengo vacaciones de la universidad, jejeje) y en esta ocasión quiero compartir con ustedes un análisis de discurso que hice para la materia de Investigación en Comunicación III con el profesor Daniel Lara Sánchez. Este trabajo es de los que más he disfrutado, ya que el discurso que analicé es la canción Inside the Fire de Disturbed, una de mis bandas preferidas. Espero que les agrade ya que además de exponer su estructura, deseo recomendarles plenamente el trabajo de esta banda que, a mi parecer, no es valorada como debería. Adjunto a continuación el link del videoclip oficial de la canción para quienes la desconozcan o gusten escucharla.





Contexto

"Inside the Fire" (“Dentro del fuego”) es una canción interpretada por la banda estadounidense de heavy metal Disturbed. Ésta forma parte de su cuarto álbum de estudio, “Indestructible”, y fue lanzada el 25 de mayo de 2008 con la posibilidad de descarga digital. En el mismo mes se lanzó el videoclip oficial de la pieza musical.

David Draiman, el vocalista de la banda, admite que la canción está inspirada en una vivencia propia, en la que su pareja de la adolescencia cometió suicidio. Es por eso que tanto la letra como el videoclip de la canción aluden directamente a esta temática. “Es una canción real y fuerte… Acerca de mí, parado junto al cadáver de mi novia, que acaba de suicidarse, y el Diablo está parado junto a mí, murmurándome al oído que me mate.”

A pesar del contenido agresivo de la canción, el propio Draiman aclara antes del inicio del videoclip que éste describe una situación muy cercana a él e inmediatamente ofrece un número de atención para las personas que están pensando en suicidarse o tienen problemas que los puedan orillar a ello.

Letra

A continuación se incluye la letra en su idioma original (inglés) y una traducción al español que fue cuidada para que no se perdiera el sentido de la canción.
En inglés

Devin
Won't go to heaven
She's just another lost soul,
About to be mine again
Leave her
we will receive her
It is beyond your control
Will you ever meet again?

Devin, one of eleven
Who had been rendered unwhole
As a little child,
she was taken
and then forsaken
you will remember it all
Let it fill your mind again

Devin lies beyond this portal
take the word of one immortal
Give your soul to me
For eternity
release your life
to begin another time with her
End your grief with me
there's another way
release your life
take your place inside the fire with her

Sever, now and forever
you're just another lost soul about to be mine again
see her, you'll never free her
you must surrender it all
If you'd like to meet again

Fire, for your desire
As she begins to turn cold for the final time
you will shiver
till you deliver
you will remember it all
Let it fill your mind again


En español

Devin no irá al paraíso
Ella es solo otra alma perdida
a punto de ser mía de nuevo
Déjala, la recibiremos
Está fuera de tu control
¿Podrás verla de nuevo?

Devin, una de once
Quien ha sido entregada incompleta
como una pequeña niña
fue tomada, y luego abandonada
Lo recordarás todo,
Déjame llenar tu mente de nuevo

Devin yace más allá de este portal
¡Toma la palabra de un inmortal!
Dame tu alma, por la eternidad
Deja tu vida,
¡para empezar otro tiempo con ella!
Acaba tu dolor conmigo, hay otra manera
Arroja tu vida, 
¡toma tu lugar dentro del fuego con ella!

Separado, ahora y por siempre
Eres otra alma perdida
¡para ser mía de nuevo!
Mírala, jamás la liberarás
Debes dejarlo todo
si te gustaría que se volvieran a encontrar

Fuego, por tu deseo
Mientras ella empieza a tornarse fría
para el instante final
Te estremecerás, hasta que entregues [la vida]
Lo recordarás todo,
Déjame llenar tu mente de nuevo



Estructuras básicas

La idea núcleo de esta canción manifiesta al suicidio como algo aceptable desde el punto de vista del Diablo. Para él no se trata más que de una negociación para alcanzar un objeto, que, ante el dolor del protagonista, se convierte en una posibilidad: volver a encontrarse con su amada cometiendo el mismo acto que su amada, para recibir el mismo castigo que ella. Esto se aprecia resumido en la última parte del coro, “Acaba tu dolor conmigo, hay otra manera. Arroja tu vida, ¡toma tu lugar dentro del fuego con ella!”, que es el enunciado decisivo de la canción, puesto que aquí se condensa la intencionalidad del discurso del Diablo.

El emisor pretende que el interlocutor reaccione ante las referencias indirectas de cometer suicidio conforme avanza la canción, hablando primero de que “Devin no irá al paraíso” (con ello supone que el receptor sabe que el suicidio es considerado un pecado en el cristianismo, de donde proviene el personaje del Diablo) y culmina con “Te estremecerás, hasta que entregues [la vida]”, que es la parte del discurso más directa en torno al suicidio. En este caso:

El Diablo utiliza la predicación para resaltar las ventajas que tendría el protagonista al acabar con su vida. Aquí entran la predicación tanto de cualificación como de acción. Es evidente que ésto nos acerca al tema del suicidio de forma distorsionada (al menos para la religión), pues alude a que trae beneficios. Por otro lado, podría tomarse como un sacrificio que hace honor al amor verdadero, aunque no se sabe si el protagonista acepta o no la propuesta.

El grado de referencialidad es bajo, y no sólo permite que se estereotipe a Devin como una chica con depresión, sino que también es posible tildar al protagonista doliente como “débil” y “loco”.

Lo dicho es más que evidente con el discurso poético del Diablo. Sin embargo, y a pesar de que la canción no habla directamente de evitar el suicidio, alude a ello tras representar al mal con la figura del Diablo y al ser humano como el protagonista con la posibilidad de reunirse con su amada fallecida.

Esta composición de Draiman tiene un grado de oposición, pues el personaje se enfrenta a la posibilidad de obrar “mal” (insisto, según la religión) para obtener un beneficio a cambio. Aquí es evidente la confrontación entre el bien y el mal.

Isotópicamente podemos volver a resaltar la redundancia en términos como “suicidio”, “muerte”, “infierno”, e incluso el del propio Diablo, pues a pesar de ser quien conduce el discurso, su nombre jamás es mencionado en la canción.

Análisis narrativo

En “Inside the Fire” la relación entre el sujeto y el objeto es más que evidente: La muerte de Devin y las consecuencias que pueden generar en el protagonista. Se encuentran presentes el eje narrativo del deseo (se entiende que el protagonista amaba a Devin), el eje narrativo del querer (muy indirecto, reflejado en el discurso del Diablo ante el dolor del protagonista) y el eje narrativo del saber (se sabe que el protagonista tiene conocimiento de que suicidarse no es “bueno”).
La muerte de Devin se convierte en un objeto privilegiado, ya que ésta desencadena el discurso del Diablo y la posibilidad de que convenza al protagonista. Desde la perspectiva de Draiman es evidente que el protagonista está entre un programa narrrativo de renuncia (renunciar a la vida a cambio de reunirse con su novia) y uno de desposesión (salvar su alma del infierno, cortando así toda posibilidad de volver a ver a su amada).
El relato
Situaciones

“Inside the Fire” contiene una combinación de los esquemas de situaciones número 5 y 6, pues inicia con una situación inicial de prohibición (del suicidio, naturalmente), se transgrede la prohibición (Devin lo lleva a cabo) y continúa la situación inicial por la tragedia que acarrea (el protagonista es tentado por el Diablo para que cometa el mismo acto).
Personajes
Los tres personajes están sujetos a un papel rígido. Devin es una suicida, víctima de sí misma, el Diablo es la figura representativa del mal por excelencia y el protagonista es un hombre triste que está siendo orillado a tener el mismo fin que Devon. No hay contradicciones en la forma de actuar de ninguno de ellos: El Diablo busca obtener un alma más a toda costa, el protagonista se limita a escuchar y Devin tomó una decisión que no tiene marcha atrás.

Móviles

El móvil de Devin para cometer suicidio es incierto, pero puede intuirse que es hedónico (los suicidas a menudo son egoístas). El móvil del Diablo es evidentemente del mismo tipo y el protagonista no posee uno como tal puesto que no se sabe cómo actúa al final.

Ambientes

El ambiente donde se lleva a cabo la situación es genérico. Podría intercambiarse, el suicidio y el dolor no distinguen clases sociales, sexo o rango de edad. Incluso el nombre de Devin es muy neutral, podría pensarse en este personaje con un sexo distinto, lo mismo con el protagonista e incluso con el Diablo, que tiene diferentes acepciones.

Análisis estilístico

En la letra de la canción son evidentes los siguientes usos del lenguaje:

  • Uso apelativo: Centrado en el perceptor, el Diablo dicta las órdenes que quiere que se cumplan a través de una especie de persuasión que resulta un tanto autoritaria.

  • Uso lúdico: En él se cuidan las palabras para reiterar que Devin cometió suicidio a pesar de que la palabra jamás se menciona dentro de la letra de la canción. También se reitera que el Diablo quiere convencer al protagonista de que cometa lo mismo sin que diga “mátate” directamente.

  • Uso poético: Jamás se manejan cifras o conceptos propios de la problemática social que el suicidio representa, y sin embargo está latente a lo largo de la canción.

Recursos estilísticos
Este éxito de Disturbed se vale de los siguientes recursos:
  • Redundancia. Como se mencionó anteriormente, términos como “suicidio”, “muerte”, “infierno”, e incluso el del propio Diablo, son la base redundante de esta composición musical, a pesar de que no se mencionan directamente.

  • Personalización. A pesar de que el Diablo le está hablando directamente al protagonista, el receptor puede asumir que la personificación del mal le está hablando a él de forma directa.

  • La pregunta. “¿Podrás verla de nuevo?” es la pregunta que enfatiza el hecho de que los enamorados se han separado, y es la que genera una conminación. El Diablo se vale de ella para intentar convencer al protagonista de suicidarse.

  • División. Toda la situación de la canción es una división, pues el hecho doloroso exige una decisión inmediata que se podría explicar con muchas menos palabras y se haría en menos de la mitad de la duración de la canción. 

  • Figuras. La metáfora (“Devin, una de once”) y la antítesis (las palabras del Diablo contra lo aceptado moralmente).

A partir de todo lo anterior se puede concluir que, a pesar de que la canción está “tentando” al receptor a cometer suicidio, en realidad se busca hacer conciencia en torno a éste fenómeno social y se promueve el no cometerlo, aunque no se ofrece una posible solución o una alternativa a él. A través del realce del papel del Diablo en la canción, se rechaza el acto y se juzga directamente a quien lo ha cometido pues queda claro que esas personas están, al igual que Devin, en el infierno.

14 abr 2014

Metalcienta: Parte VI

Pues por fin puedo publicar (benditas vacaciones :D). Por fin les traigo el final de este cuentecillo atascado de referencias metaleras. Ya puedo empezar a escribir algo más :). ¡Felices vacaciones!

Esa mañana Metalcienta despertó temprano, se vistió e intentó abrir la puerta del sótano… Cerrado. No se explicaba por qué su madrastra no había abierto la puerta si tenía que salir para darles de desayunar y ordenar la casa, como todos los días. Se sentó en su cama preguntándose lo que podía hacer cuando de pronto alcanzó a escuchar a Mona gritando y corriendo de un lado para el otro. -¡Ahí viene!- decía la reggaetonera. -¡Ahí viene el príncipe Tyler con sus escoltas!- -¡Rayos!- murmuró Metalcienta, asomándose a la ventana para tratar de ver algo.

El consejero del príncipe ni siquiera tuvo qué tocar la puerta. Doña Eutanasia abrió inmediatamente y les pidió que se sentaran, al tiempo en que les ofrecía un vaso de agua. Nadie lo aceptó. -¡Qué honor que el príncipe Tyler visite nuestro humilde hogar!- dijo Doña Eutanasia, haciendo una reverencia. -No tengo tiempo para formalismos, señora.- dijo Tyler, serio. –El motivo de mi visita es más importante.-

-Dígame entonces, joven príncipe. ¿Qué es lo que le trae aquí?- sonrió ella, tratando de controlar su emoción. -Vengo buscando a la señorita Andrea Llamas. Ella es la vocalista de la banda ganadora de la guerra de bandas de anoche y sus compañeros me dijeron que vive en esta casa.- Doña Eutanasia quedó pasmada por un instante. El príncipe Tyler estaba hablando nada más y nada menos que de su hijastra. ¿Cómo había hecho ella para estar ahí y no ser reconocida? Quizá debió esperar más tiempo después de que sacaran a sus hijas… Pudo haberla ridiculizado ahí. Pero ya era tarde. Tenía qué actuar rápido. -¡Ah claro!- sonrió la malvada mujer. Luego señaló a su hija Mona. -¡Ella es mi hijastra, Andrea Llamas!-

-¿Yo qué?- preguntó Mona. -¡Pero si yo soy tu hija! ¡Me llamo Mona, mamá!- Doña Eutanasia lanzó una mirada fulminante a Mona y la joven reggaetonera se sonrojó, entendiendo que debió seguirle el juego a su madre. -Señora, no estoy aquí para juegos.- dijo el príncipe, molesto. -¡No se ofenda, príncipe Tyler!- dijo ella, haciendo todo lo posible por sonreír. -Sólo era un pequeño chiste. Mi hijastra Andrea es ella.- y después de decir ésto señaló a Judy.

-¡Soy yo, soy yo!- sonrió Judy. -¡Gracias por venir a buscarme, príncipe Tyler!- Tyler miró a su consejero y este dirigió una mirada furiosa a la joven reggaetonera. Luego miró a los ojos al príncipe y apenas un instante después pidieron a los escoltas que trajeran la bota de metal. -Si esta bota de metal te queda, creeré que eres tú.- dijo el príncipe, frunciendo el entrecejo. -¡Claro, claro! ¡Es mi bota!- dijo Judy, tomándola de las manos del consejero y poniéndosela. Entonces se dio cuenta de que algo iba muy mal. La bota no le quedaba. Miró a su alrededor y aguantando el dolor metió su pie a la fuerza hasta que le quedó.

-¿Ves?- dijo Judy al príncipe. -¡Yo soy Andrea!- El príncipe frunció el ceño y le pidió que se pusiera de pie. Esta vez la reggaetonera no soportó y gritó de dolor al tratar de apoyar el pie. Tyler se llevó una mano a la cabeza y esta vez fuera de control, tomó a Doña Eutanasia de los hombros y la alzó, sacudiéndola. -¿Va a dejarme de mentir de una vez por todas, señora?- rugió él, realmente enojado.

-¡Andrea se murió!- dijo Doña Eutanasia. -¡Anoche se murió!- El príncipe iba a lanzarla contra la pared cuando de pronto escuchó unos fuertes golpes y gritos pidiendo auxilio. Tyler dejó a Doña Eutanasia de un lado y corrió a pesar de las lágrimas y los gritos de Mona y de Judy. Al llegar hasta la puerta del sótano sus ojos brillaron al escuchar la voz que pedía ayuda.

-¿Andrea?- preguntó el príncipe. -¡Tyler!- dijo ella, llena de alegría. -¡Voy a sacarte de ahí!- exclamó el príncipe. -¡Aléjate de la puerta!- Esperó unos segundos para que ella hiciera lo que le pedía y tomó vuelo para derribar la barrera que los separaba. En cuanto lo hizo Metalcienta le miró con tremenda admiración, al borde del desmayo.

Sin embargo él la miró con sus bermudas y su playera viejas, y al instante volteó a ver al par de hermanas reggaetoneras y a su madre. Aquella mirada era de desprecio total. -¿Así es como te tienen estas brujas?- preguntó el príncipe a la mujer de sus sueños. -Soy su sirvienta.- respondió Metalcienta, con vergüenza.

-¡Esto sí que es inaudito!- rugió el príncipe. Luego avanzó hasta donde se hallaba Metalcienta y la cargó en sus brazos para sacarla de la casa. La dejó suavemente en su bella motocicleta negra y luego miró a sus escoltas. -¡Guardias!- rugió Tyler. -¡Arresten a este trío de brujas!-
-¿Bajo qué cargos, príncipe Tyler?- preguntó uno de ellos. -¡Bajo el cargo de haberle mentido al príncipe de este reino! ¡Bajo el cargo de vestirse como se visten y escuchar la música que escuchan! ¡Bajo el cargo de jod…!- -¡Entendido, príncipe!- dijo el mismo guardia. Y las órdenes del futuro rey se llevaron a cabo.

Después de esto Los Llamas fueron citados en el palacio para terminar de afinar detalles de la gira que tendrían con los Black Tune. Pocos días antes de que ésta iniciara, Metalcienta y el príncipe Tyler contrajeron matrimonio. La gira duró alrededor de un año y fue un éxito rotundo.

Los Llamas pudieron grabar su primer disco, y después de eso Tyler y Metalcienta disfrutaron de unas vacaciones fabulosas. Todo marchó de maravilla para cada uno… excepto para Doña Eutanasia, Mona y Judy, que fueron forzadas a trabajar como sirvientas en el Palacio Real mientras escuchaban metal todo el día, alternando entre el cumplimiento de los caprichos del no tan amable rey Lemmy y la limpieza de los sanitarios de las más de mil habitaciones con las que contaba el lugar.




Fin… creo.

5 abr 2014

Metalcienta: Parte V

La guerra de bandas era majestuosa. El salón principal del palacio estaba completamente decorado con motivos metaleros, cadenas y pinchos por todos lados. En medio de éste había un escenario giratorio con espacio y equipo para cinco bandas. Veinticinco agrupaciones participaron en el evento, prácticamente todo el reino asistió al espectáculo, y todo el mundo estaba maravillado con los resultados del mismo… excepto el príncipe Tyler. El futuro rey lucía fastidiado, fumando a más no poder, recargado en su mesa con un whisky a medio beber, preguntándose lo que iba a hacer si no hallaba una banda que le convenciera. En eso estaba cuando su consejero apareció de la nada y se sentó junto a él.

-¿Dónde estabas?- preguntó el príncipe, mirando a la banda que estaba tocando en ese momento.
-Cerrando un par de tratos.- contestó el consejero, inexpresivo. -¿Ya viste algo que te convenza?-
-No. ¿Tú qué opinas?
-Me da igual. Mientras a ti te guste, todo bien.
-¿Y si ninguna me convence?
-Pues ya veremos que hacemos.
-¿Así nada más?
-Todavía faltan diez bandas. Relájate y disfruta.
-Está bien…

La banda en turno terminó su presentación y todo el mundo aplaudió, menos Tyler. La siguiente banda, que era la de Mona y Judy, se alistó para empezar. Judy se acercó al micrófono y lo probó. Estaba a punto de iniciar su primera canción cuando el príncipe se levantó de su asiento, abriendo sus grandes ojos y lanzando un grito tremendo. -¡Suficiente!- fue lo que dijo en su grito. -¡La siguiente banda por favor!-

-¡Pero…!- musitó Judy, con lágrimas en los ojos. -¡Pero nada!- exclamó el príncipe. -¡Bájenlas de ahí!- En seguida los guardias reales se apresuraron a cumplir las órdenes del príncipe y entre alaridos y llanto, las hermanastras de Metalcienta fueron expulsadas del escenario. El Rey Lemmy y la Reina Doro, quienes se acercaron a su único hijo, observaban la escena, preocupados.

-¿Es que no quieres casarte, Tyler?- preguntó el rey, furioso.
-Sí quiero casarme, padre.- contestó el príncipe. -¡Pero hasta ahora ninguna mujer me convence!-
-Déjalo, Lemmy.- pidió la reina. –El evento aún no termina. Deja que Tyler descarte toda posibilidad. Si no, está la opción de casarle con la princesa Avril.-

-¡Ni loco…!- murmuró Tyler, entre dientes. -¿Qué dices?- preguntó el rey, terminándose de beber del whisky de su hijo. -Que… que…- titubeó el futuro rey. -¡Que me saqué un moco…!- La Reina Doro rió discretamente y después se llevó a su marido. -¡Siguiente banda!- se escuchó al príncipe insistir.

El Satán y el Oso se miraron uno al otro, preocupados. -¿Nada de Metalcienta?- preguntó el Satán, sudando de los nervios. -Nada.- suspiró el Oso. –La mismísima Patana no ha podido darme razón de ella.-

-¿Qué hacemos, chicos?- preguntó el Lobo. -¡No podemos empezar sin ella!-
-¿Abandonamos?- preguntó el Yisus, decepcionado.
-¡Eso sí que no!- dijo el Oso. –Ella vendrá. Sé que vendrá.-
-¡Conecten todo!- dijo el Gato. Los metaleros se vieron unos a los otros esperando un milagro y empezando a conectar…

Mientras tanto, Patán y Patana miraban hacia la puerta principal. ¿Dónde se habría metido esa niña? -Estaba demasiado entusiasmada.- murmuró Patana a su novio. -¡Algo debe haber pasado! Patán, ¡tenemos que ir a buscarla!-

-Creo que eso no va a ser necesario.- respondió Patán, sin despegar la vista de la puerta principal. Patana miró de nueva cuenta hacia la puerta al momento en que escuchaba el inconfundible rugir de una Harley… Ese sonido llamó la atención de todos los asistentes, quienes se quedaron en absoluto silencio. La sorpresa fue grande cuando de la esplendorosa Harley Davidson bajó una hermosa mujer repleta de joyas y un fabuloso atuendo estilo heavy clásico. Nadie le despegó la vista mientras corrió rumbo al escenario y se acomodó frente al micrófono.

-¡Vaya…!- suspiró Patana. –Sabía que no nos ibas a decepcionar, Metalcienta del mal.-
-¿Dónde te habías metido?- preguntó el Satán, incrédulo.
-Estaba cerrando un par de tratos.- suspiró Metalcienta. -¿Ya están listos?-
-Sí.- murmuró el Yisus. -¿De dónde sacaste esa moto?-
-Luego les explico.- dijo la jovenzuela. -¡Vamos a metalear!-

Metalcienta se paró frente al micrófono y miró al príncipe Tyler directamente a los ojos.
-¡Una vez más, bienvenidos a la guerra de bandas del Palacio Real!- dijo ella, entusiasta. -¡Nosotros somos…!- Entonces se detuvo a pensar. Habían estado tan ocupados ensayando que olvidaron por completo nombrar a la banda. Ahora tenía qué improvisar. -¡Nosotros somos…! ¡Los Llamas!- dijo ella, disimulando su nerviosismo. -¡Y estamos aquí para que ustedes mateen con nosotros! ¡Tres, dos, uno…!-

Al instante los ahora llamados “Llamas” empezaron a tocar. En lo que terminaban el intro el Satán se le acercó a su vocalista…
-¿De dónde Los Llamas?- preguntó, curioso.
-¡No sé, tenía qué improvisar! Ese es mi apellido…- contestó ella.

La primera canción fue todo un éxito y provocó desde violentos movimientos de cabeza hasta slam por todo el lugar. El príncipe estaba maravillado. Ya había quemado el mantel de la mesa con su cigarrillo y el vaso de whisky ni siquiera pasó por su mente. Esa banda era justo lo que buscaba. El público pidió una canción más y Tyler no les negó ese capricho. Los Llamas volvieron a arrancar con una poderosa meoldía, y mientras se cubrían de gloria frente a todo el reino, el príncipe Tyler se preguntaba dónde había visto ese par de grandes ojos…

Antes de terminar la segunda pieza, Metalcienta se dispuso a presentar a sus compañeros. -¡En las guitarras tenemos a Abel y a Alejandro!- dijo ella, pidiendo un aplauso. El Satán y el Oso agradecieron sin dejar de tocar. -¡En el bajo tenemos a Omar!- sonrió. -¡En los teclados tenemos a Pablo!- El Lobo y el Yisus agradecieron tremendamente. El público no dejaba de gritar de emoción. -¡En la batería tenemos a Andrei!- exclamó, para después cederle el micrófono al Satán.

-¡Y en la voz tenemos a…!- entonces titubeó. -¿Cuál es tu nombre, Metalcienta?- preguntó, apenado. -¡Andrea!- dijo ella, asegurándose de que el Satán le entendiera. -¡En la voz tenemos a Andrea!- gritó el Satán, mientras el príncipe se ponía de pie para aplaudirles. -¡Nosotros somos Los Llamas y esperamos que la hayan pasado muy bien con nosotros!-

-¿Cuántas bandas faltan?- preguntó el príncipe a su consejero. -Ocho.- respondió el sabio hombre, mirando aquella banda con absoluta indiferencia. -Diles que se pueden ir ya.- suspiró Tyler, asombrado. –Y trae a Los Llamas a mi palco. Ordena a la servidumbre que preparen los bocadillos y las botellas. Voy a hablar con ellos largo y tendido…-

-¿Y el resto de los Black Tune?- preguntó el consejero, pensando en las botellas. -Ah, sí. Ellos también vienen.- sonrió el príncipe. El consejero se retiró y siguió las indicaciones del príncipe con una sonrisilla malvada apenas visible en su rostro.

Una vez reunidos en el palco del príncipe, comieron, bebieron y hablaron sobre el contrato que en un futuro iban a firmar para irse juntos de gira. Mientras el Satán y el Pelochas, baterista de Black Tune, se ponían de acuerdo y hablaban de negocios, Tyler y Metalcienta se sentaron a platicar un rato. Empezaron hablando de música, luego siguieron con bebidas y después se contaron algunas anécdotas del medio musical, hasta que el príncipe cambió el tema.

-Andrea, tienes una agujeta desamarrada.- dijo, amablemente. -Ah, no importa.- sonrió ella, embelesada con Tyler. –La hora del glamour ya terminó.- Ambos rieron mientras se miraban tiernamente a los ojos. -Oye, ¿dónde te he visto antes?- preguntó él, sonriente. -Ehm…- titubeó ella. –Quizá…- De pronto el Yisus miró su reloj y pronunció: -¡Ya casi es la una de la mañana!- dijo. -¡Qué rápido se va el tiempo!- Metalcienta palideció y después de mirar a su tecladista se puso de pie. -¡Tengo qué irme!- murmuró ella.  -¿Irte?- preguntó Tyler. -¿Cómo?-
-Perdóname Tyler.- dijo ella, con lágrimas en los ojos. -¡Es que no puedo quedarme!-
-¿Qué?- cuestionó él, incrédulo. –Está bien, está bien. Comprendo. ¡Sólo dime dónde te encuentro!-

Pero la joven metalera no pensó más que en salir corriendo de ahí. Absolutamente todos los Black Tune y Los Llamas fueron detrás de ella, y en el trecho entre la puerta principal del salón y su motocicleta, Metalcienta casi se cae. Consiguió mantener el equilibrio pero perdió una de sus botas de metal. -¡Andrea…!- gritaba el príncipe Tyler, sosteniendo la pequeña bota en sus manos, mientras la joven huía a toda velocidad en su Harley de calabaza.


Era la una de la mañana en punto cuando la chica llegó a su casa. Rápidamente y sin dejar de mirar a todos lados dejó la Harley justo en la entrada y se apresuró al sótano, donde la puerta volvió a aparecer después de que ella entró y se acomodó en la cama. Apenas unos minutos después Doña Eutanasia, Mona y Judy llegaron. Metalcienta les escuchó quejumbrosas y dolidas, y eso fue lo último que supo, ya que no tardó en quedarse dormida.


31 mar 2014

Metalcienta: Parte IV

Llegó el día…

Aquella era una mañana ligeramente lluviosa, fresca y tranquila. Desde temprano Metalcienta se había levantado a hacer el desayuno y después de que sus hermanastras se fueron a la escuela y su madrastra salió a trabajar, ella se apresuró a terminar su quehacer para poder dormir un rato.

Al despertar, Metalcienta salió a hacer las compras para la comida, y de camino se encontró con el Gato. Entraron juntos al mercado local para comprar lo necesario y ya cuando iban saliendo pasaron por una de las dependencias del Palacio Real, en donde se hallaba el príncipe Tyler terminando de dar una conferencia de prensa. Ambos amigos se detuvieron unos instantes a observar el tumulto y al seguir su camino, los escoltas del príncipe y varios reporteros salieron de la nada, separaron al Gato de Metalcienta y a esta última la hicieron caer a los pies del príncipe Tyler…

-¡Alto todo el mundo!- gritó el príncipe, cuya grave y fuerte voz silenció a todos los ahí presentes. -¡Oh, ya vieron!- dijo, cambiando su expresión seria por una risa burlona. -¡No, no, no! Ya, perdón chiquita…- le sonrió a la mujer que estaba a sus pies. –Pero si no los detenía te iban a aplastar.- Metalcienta miró al príncipe con asombro. Aquél era un joven alto, de rizada y brillosa cabellera, que lucía un par de pantalones de mezclilla rotos, botas, una playera de Megadeth justo igual a la que ella traía ese día y un par de gafas que escondían sus ojos. Su sonrisa, blanca y sincera, apenas la dejó respirar frente a él.

-Bueno niña, creo que no estás lastimada.- sonrió el príncipe, cálidamente. –Pero si alguno de estos hijos de… su reportera madre te lastimó, nada más dime. Nada más dime y se los va a cargar la… Policía Real. ¡Bonita playera!- Metalcienta, ruborizada, sonrió, agradeció y se reencontró con el Gato para irse, mientras escuchaba las motocicletas del príncipe y de sus escoltas marcharse, seguidas por los reporteros.


Metalcienta andaba por toda la casa trapeando y tarareando canciones de Megadeth, mientras sus hermanastras y las demás integrantes de su banda se alistaban para salir. Doña Eutanasia no perdía de vista a su joven hijastra, pero fingía ocuparse de otros asuntos y sonreír mientras disfrutaba el malévolo plan que ya tenía preparado.

Terminando de trapear, Metalcienta recogió algunos trastes de la mesa, la limpió, y dio las buenas noches al aire. La metalera bajó nuevamente al sótano sin darse cuenta de que su madrastra la seguía. Cerró la puerta sin voltear hacia atrás y luego dirigió su vista hacia la pequeña ventana, para hallar en ella una terrible sorpresa: ésta ya se encontraba rejada. Los ojos de Metalcienta se abrieron tremendamente y cuando se abalanzó hacia la puerta para tratar de salir, escuchó a Doña Eutanasia cerrando con llave.

-Buenas noches, Metalcienta.- respondió la malvada mujer, por primera vez desde que se conocían. Metalcienta se deslizó hasta quedar de rodillas frente a la puerta, en un silencioso llanto. Escuchó a su remedo de familia salir de la casa y marcharse entre carcajadas y gritos. Luego silencio… no más que silencio. Entonces la joven se incorporó y tomó la guitarra acústica de su padre, se sentó en su cama improvisada y, con lágrimas en los ojos, empezó a tocar una melodía triste cuyo nombre es impronunciable (por cuestiones de derechos de autor).

La tocó una, dos, tres veces… No podía dejar de pensar en lo que estaba por perderse. ¿Qué pensarían sus amigos de ella si no la veían llegar? ¿Acaso se les ocurriría irla a buscar? Cuatro, cinco, seis veces tocó la misma melodía. Luego lanzó un largo suspiro y se tiró en la cama, cubierta de lágrimas. Ahora que no había forma de salir, empezaba a resignarse…

De pronto una especie de humo de color violeta empezó a entrar desde la ventana, y Metalcienta, al percatarse, se acercó para averiguar la fuente del mismo. Se asomó para intentar ver a quien lo provocaba, y grande fue su sorpresa cuando de entre el humo emergió una voz:

-¡Quítate que no me dejas pasar!- gritó esta voz, adornada con eco. Los ojos de Metalcienta se abrieron tremendamente y se quitó del camino mientras intentaba figurar lo que estaba aconteciendo. Al tiempo en que ella se hizo para atrás, el humo se concentró todo en un solo lugar y mágicamente, un mago metalero apareció justo en medio. Cuando el humo se disipó el mago miró a la joven con su agresiva mirada y la señaló con un dedo.

-¿Por qué me has invocado?- preguntó, firme.
Metalcienta no podía creer lo que veía. -¿Eres un genio?- le preguntó al mago.
-¿Un genio?- sonrió él. –Claro, soy un genio. Un as de la magia. Soy todo talento, ¡soy casi una deidad!-
Metalcienta le miró y frunció el ceño.
-Ahora que si te refieres a los de la lámpara… ciertamente me ofendes.-  dijo el mago. –Pero me invocaste, dime, ¿cuál es el problema?-

-¿Te invoqué?- preguntó Metalcienta, extrañada.
-Sí. La canción que tocaste exactamente seis veces es mi canción. La tocas seis veces, yo aparezco. ¿Sencillo, no?
-Vaya… pues ahora que lo mencionas sí tengo un problema. Mi familia me ha prohibido ir a la guerra de bandas del príncipe Tyler en el Palacio Real, ¡es mi gran sueño ganarla! Mis padres fueron metaleros hasta morir y quiero rendirles tributo de esa manera…
-Ya veo. Bueno pues, muñequita metalera, puedo hacerte un par de favores. ¿Tienes traje para la ocasión?
-¡Sí!
-Bueno vístete y te maquillo.

Metalcienta se acercaba a la caja donde se hallaba su atuendo, cuando al chasquido de los dedos del mago, seguido de una mano cornuta, aparecieron ya en el cuerpo de Metalcienta su atuendo, sus botas y sus brazaletes. Un chasquido más, luego el mago mateó un poco y desaparecieron en ella los signos de llanto, para convertirlos en un maravilloso maquillaje que no le pedía nada al profesional. Finalmente, el mago hizo un poco de slam para allá y para acá, y luego volvió a chasquear para aparecer una bella tiara hecha de cadenas en la cabeza de la chica. -¡Listo!- dijo el mago. –Ya vete.-

-¿Pero cómo? ¿Cómo salgo si estoy encerrada? ¿Y en qué me voy?- cuestionó Metalcienta.
El mago hizo doble mano cornuta y las agitó en el aire, desapareciendo la puerta del sótano. Le hizo una seña con la mirada a Metalcienta para que saliera y una vez fuera, él apareció frente a ella con una calabaza en los brazos. -¿Ves esto?- preguntó el mago, risón. -¡Esta es tu Harley!- Metalcienta no creyó lo que veía cuando el mago lanzó un gutural fry al tiempo en que la calabaza se convertía en una bella motocicleta Harley Davidson-Ahí tienes, muñequita metalera.- dijo el mago. –Ya puedes ir con tu príncipe.-

-¡Gracias!- sonrió la jovenzuela, abrazándole.
-¡Hey, no agradezcas tanto, que a las doce de la noche se te acaba el encanto!
-¿Qué? ¡No!
-¿Qué apoco creías que venía a dártelo todo? ¡No, no, muñeca, ésto es sólo el demo!
-¡Me lleva! ¡Pero a las doce no…! ¿A la una?
-¡Doce!
-Una y te debo una botella de Daniel’s. ¿Vale?
-¡Ya estás! ¡Pero vengo por ella, eh…!
-¡Descuida! ¡Gracias de nuevo!
-¡Nos estamos viendo…!


Y después de despedirse del misterioso mago, Metalcienta arrancó en su Harley de calabaza a toda velocidad rumbo al Palacio Real.


29 mar 2014

Metalcienta: Parte III

Por fin es sábado y después de una semana y fracción bastante pesada en cuestiones académicas (por eso no había publicado), aquí tienen la tercera parte de "Metalcienta". Gracias de antemano por leerme :).

La banda de Metalcienta pasó esas dos semanas ensayando todas las noches hasta el amanecer. En ese lapso de tiempo, la pobre metalera apenas durmió, y aunque Doña Eutanasia y sus hijas lo notaron, no lograban explicarse el porqué de tanta somnolencia. Ahora nos ubicaremos justo un día antes de la guerra de bandas, en el mercado principal del reino, donde Metalcienta había ido a hacer algunas compras.

La joven se apresuró a conseguir lo necesario para la comida, y después de asegurarse que nadie la veía, se metió a la tienda de botas y accesorios “Mala Facha”, donde se encontró con una chica de negro cabello, grandes ojos, y expresión serena. -¡Metalcienta!- sonrió aquella joven, mirando hacia un lado y hacia otro. –Todo en orden…- murmuró justo después. -¿Qué hay, Patana?- sonrió Metalcienta, abrazándole. -¿Tienes algo para mí hoy?-

-Sí.- sonrió Patana. –Tengo cinco pares de botas en la bodega que están ansiosos por que los veas… Ven conmigo.-
-Gracias, Patana del mal.- sonrió Metalcienta. -¿Irás a la guerra mañana?-
-¡Claro! La banda de Patán le abrirá a los Black Tune.
-¡Perverso!
-Estaremos apoyándote en primera fila. Pero bueno, ¡ve a ver las botas!
-¡Ya estás!

Y después de esta pequeña conversación, Patana abrió la puerta de la bodega, dejó a su amiga pasar y la cerró rápidamente. Dentro de ella había cientos de pares de botas, pero los cinco pares de los que Patana hablaba eran usados nada más y nada menos que por los miembros de la banda de Metalcienta.

-¿Cómo les fue en la junta de producción?- preguntó Metalcienta, después de saludarlos a todos.
-Muy bien.- respondió el Gato con una sonrisa. –Estamos dentro de las últimas bandas.-
-Y vimos a las otras bandas…- dijo el Oso. –No creo que puedan con nosotros, niña.-
-Me gusta tu forma de pensar.- sonrió Metalcienta. -¿Y cómo es el príncipe?-
En ese instante los cinco músicos emitieron una serie de burlas y risas que hicieron a la chica ruborizar. -¡Oh, caray!- exclamó ella, tratando de ocultar su timidez. –Bueno mejor díganme si vieron con quiénes están Mona y Judy…-
-Están con las gemelas de la Profesora Hematoma.- contestó el Lobo. –Nada de que preocuparse.-
-¡Hubieras visto la cara del príncipe Tyler cuando las vio!- rió el Satán. –Las miró como diciendo: “¿Qué carajo hacen aquí?”-

La banda entera se echó a reír y después de hacer algunos comentarios despectivos hacia las reggaetoneras, guardaron silencio uno a uno, para dejar hablar al Satán. -Metalcienta, ya es hora de que hablemos lo de la ropa.- dijo el chico. –Mi hermana se negó a prestarme sus prendas, y pues, después de ver esta situación con los muchachos y hablar seriamente con Patana, llegamos a esto…-

Y de entre los pares de botas de la bodega, el Oso sacó un par de cajas, una de tamaño medio y la otra bastante grande. -Nos cooperamos todos para comprarte esto.- dijo el guitarrista rítmico, sonriendo al ver la expresión de Metalcienta. –Creo que supe atinarle a tu gusto y sobre todo a tu talla. De corazón, esperamos que lo disfrutes.- Metalcienta abrió la caja mediana y observó dentro de ella un precioso atuendo muy femenino, pero con toda la esencia del metal. Luego se asomó a la otra caja y sin poder creer lo que había en ella, decidió sacar el contenido.

-¡Unas botas de metal!- exclamó ella, casi sin aliento. -¡Son hermosas!-
-Cortesía de Patana.- añadió el Gato. -¡Únicas en su clase!-
-Me alegra que te gustaran.- dijo el Lobo. -¡Pero mejor vete ya antes de que pasen por aquí tus hermanastras!-
-¡Tienes razón!- musitó Metalcienta. –Chicos, de verdad, ¡muchas gracias! ¡No sé cómo pagárselos!-

-Puedes pagarnos ganando esa guerra de bandas.- sonrió el Yisus. Al instante Metalcienta se le abalanzó en un abrazo y el resto de los músicos se les unieron después. Luego de eso, acordaron verse esa noche para el último ensayo, Metalcienta salió de la bodega y se despidió de Patana. Presurosa y cuidando siempre que nadie la viera con las cajas, corrió hacia su casa.

Esa misma noche, Mona y Judy se estaban probando los vestuarios que la mismísima Metalcienta se había visto forzada a elaborar al gusto del par de reggaetoneras. Judy lucía una ombliguera negra con un tutú de colores amarillo y verde, acompañados de un par de tenis de luchador color dorado, mientras que Mona usaba una blusa de tirantes color amarillo fluorescente y una mini falda negra con encaje, acompañadas de un par de zapatos de tacón con estoperoles. Ambas lucían felices y emocionadas y Metalcienta, fingiendo enfado, terminó de recoger lo que había usado y fue a encerrarse al sótano después de un “buenas noches” al aire y sin respuesta.

Sin embargo, una vez dentro de su adorado sótano, tomó los regalos que su banda le había dado y se los probó frente al espejo. Todo le quedaba a la perfección. Lucía casi irreconocible, pero sin duda faltaba algo…

Entonces buscó entre los amplificadores empolvados un cofrecito negro que abrió con una llave en forma de calavera. Dentro de él había varias pulseras y una tiara que se colocó y luego volvió a verse al espejo. -¡Perfecto!- sonrió Metalcienta, e inmediatamente se cambió de ropa, pues iba a ir a su último ensayo, que sería mucho más tranquilo que los anteriores, lo cual le permitiría dormir bien y así estar lista para el gran día.

La casa estaba completamente oscura cuando el Lobo y el Satán llegaron por su vocalista. Sin embargo no todas estaban dormidas como ellos creyeron. Doña Eutanasia vio a los tres metaleros desde su ventana y suspiró, irritada. -¡Con que eso es lo que traes entre manos…!- murmuró, como hablándole a su hijastra.


17 mar 2014

Metalcienta: Parte II

Caída la noche, Metalcienta terminó de lavar los trastes de la merienda y bostezó. Luego miró a su remedo de familia muy atenta a “El Privilegio de Perrear” en la televisión. Esto quería decir que su labor había concluido. Fingiendo cansancio, lanzó las buenas noches al aire, como siempre. No hubo respuesta, como siempre.

Entonces la alegre metalera bajó hacia el sótano, donde dormía rodeada de objetos viejos y polvosos entre los cuales estaba un tocadiscos, la colección de acetatos de su padre, sus pósters, sus cancioneros, sus guitarras y sus amplificadores. Metalcienta había acondicionado el lugar para que pareciera que nada pasaba por ahí pero en realidad ya faltaban varios de los amplificadores y dos de las extravagantes guitarras de su difunto progenitor. Y es que, a pesar de que su intento de familia estaba en contra de sus gustos musicales, ella se las arregló para disfrutarlos de la mejor manera: formando una banda.

Metalcienta se cambió de ropa, se puso una playera de Pantera que era de su madre y un par de bermudas de su padre que había arreglado para que le quedaran, y después de apagar la luz del lugar, alzó las manos en una V para exclamar con firmeza: “¡Satán, yo te invoco!” En ese instante, un delgado hilo de humo entró por la pequeña ventana del sótano, y después de toser un poco, Metalcienta se asomó para mirar a quien invocaba.

-¡Ya te he dicho que no fumes aquí! ¡Las chakas se van a dar cuenta de que estás y eso no nos conviene!- dijo ella, apenas en un murmullo. -Sí, claro, todo yo.- exclamó el chico a quien ella miraba. –Si sigues invocándome así van a pensar que de verdad hablas con el diablo…-

-¿Pues qué no te dicen “El Satán”?
-¡Pues sí pero eso qué! Ya no quiero que tengas más problemas, y menos por un tonto apodo.
-Ya, ya. Luego discutimos eso. Vayamos a ensayar que es lo que importa.
-Pues anda, salte. Todos los demás ya están en el bar.
Entonces Metalcienta se escabulló por la ventana y tras asegurarse de que nadie la viera, huyó con su amigo Satán rumbo al bar de su propiedad: El Tártaro.

Para cuando ellos llegaron todo estaba conectado y listo. Metalcienta miró el lugar mientras sonreía de oreja a oreja. Sus compañeros de banda eran: El Oso, en la guitarra rítmica y coros, el Gato, en la batería, el Lobo, en el bajo y coros, el Satán, en la guitarra principal, y el Yisus, en los teclados. Ella era la vocalista y con ayuda del resto componía canciones originales para la banda.

-Como ya sabemos, el príncipe Tyler está buscando una esposa,- dijo el Satán. –y nuestra banda cumple con los requisitos para entrar a la guerra de bandas de Palacio. Con esto pretendo varias cosas: En primera, sacar a Metalcienta de donde la tienen su madrastra y sus hermanastras. En segunda, llevar a esta banda a la fama, como siempre lo hemos soñado. Sé que ustedes están conmigo y, aprovechando que el bar está cerrado, podemos ensayar nuestras canciones de aquí al viernes y después del domingo en adelante. Tenemos dos semanas para armar bien esto. Nos piden canciones originales y covers para participar. Nosotros ya lo hablamos y de verdad queremos hacer esto, Metalcienta. ¿Estás con nosotros?-

Los ojos de Metalcienta se llenaron de lágrimas de alegría, y tras musitar un “sí”, abrazó al Satán y tomó el micrófono con toda determinación. -Vamos a hacer esto, chicos.- sonrió la metalera. –Hay muchas bandas en el reino pero ninguna como la nuestra. Podemos ganar, estoy segura.-

-Pero… Metalcienta…- habló el Yisus. -¿Cómo haremos para que vayas a la guerra de bandas sin que tu madrastra se entere?-
-Igual que siempre, Yisus.- respondió ella. –Así como me escapo para venir a ensayar, así será ese día.-
-Bueno…- suspiró el Oso. –Pero todavía nos falta algo. No tenemos nombre para nuestra banda.-
-Tenemos tiempo para pensar en eso.- argumentó el Gato. –Lo importante ahora es escoger las canciones que tocaremos para trabajar en ellas.-
-Y darles nuevos arreglos.- sugirió el Lobo. –Todavía podemos mejorar esas canciones.-
-¿Y cuáles quieren tocar?- preguntó el Satán.
La banda entera pensó un poco y después de un pequeño debate, se decidieron por el repertorio.

-Bien, pues conéctense todos y vamos a trabajar.- dijo el Gato. -Mientras piensen en un nombre para la banda.- insistió el Oso. Todos asintieron y después del clásico conteo de las baquetas de la batería, se dispusieron a ensayar. Y ensayar. Y ensayar, hasta conseguir lo que tramaban.

Terminando el ensayo, el Oso y el Satán llevaron a Metalcienta de nuevo a su casa. Estaba a punto de amanecer y lucían tremendamente agotados.
-Casi no vas a dormir.- le dijo el Oso a su vocalista. -¿Segura que quieres hacer esto?-
-¿Dejar de dormir dos semanas por una vida de fama, Oso…?- suspiró Metalcienta. –Créeme que es lo de menos. Lo que me preocupa es de dónde voy a sacar ropa decente para ese día.-
-Por eso ni te preocupes, Metalcienta.- dijo el Satán. –Ya que se acerque el día vemos entre las cosas de mi hermana, a ver qué de todo eso te queda.-


-Bueno…- suspiró Metalcienta, apenada. -¡Gracias chicos!- Y después de darles un caluroso abrazo, la jovenzuela se metió por la ventana del sótano y rápidamente se hundió entre las cobijas de su cama improvisada. El Satán y el Oso se vieron el uno al otro, alegres y satisfechos. Ellos creían en la dulce Metalcienta, y sabían que moriría antes de fallarles. Ambos se escabulleron rápidamente al escuchar los gritos mañaneros de Doña Eutanasia, exigiendo el desayuno.


15 mar 2014

Metalcienta: Introducción / Parte I

Introducción

El siguiente relato ha sido escrito por mera diversión y nada más porque sí. Prácticamente todos los personajes del mismo están inspirados en personas reales, y si les queda el saco, qué mejor. Hecha la aclaración, favor de prestar atención a esta introducción.

Había una vez, en un reino no tan lejano, una huérfana joven metalera de blanca tez, lacio cabello castaño y grandes ojos oscuros. Ésta había sido acogida por su madrastra tras la muerte de su padre, y condenada a fungir como sirvienta en su casa poco después de eso. Aquella vil mujer, llamada Eutanasia, tenía dos hijas: Mona y Judy, un par de reggaetoneras vanidosas y presumidas. Ellas se encargaron de hacerle la vida imposible a su hermanastra desde que se conocieron, y al ver que no podían influenciarla para convertirla en una de las suyas empezaron a burlarse de ella, apodándola “Metalcienta”. Pero este mote sólo resultaba ofensivo para los de la misma calaña que Mona y Judy. Pronto los vecinos y conocidos de esta peculiar familia olvidaron el nombre de la joven y empezaron a llamarle de esta forma, no por insultarla, sino porque iba muy bien con su forma de ser.

Metalcienta parecía triste y solitaria, sin embargo, en el fondo, era una joven alegre con un gran corazón. Siempre estuvo para apoyar a quien lo necesitaba, nunca le negó una sonrisa a quien la merecía y cualquier pretexto era bueno para pasar un buen rato con ella. Pero ya no voy a dar más detalles en esta introducción. Ahora que ya saben lo básico, les invito a seguir la historia de Metalcienta desde un punto determinante…

Parte I

-¡Metalcienta!- gritó Mona, desde su habitación. -¿No has visto mis tenis rosas?-
-¿Los de luchador?- rió Metalcienta en el pasillo.
-¡No seas payasa!- masculló Mona, furiosa, aventándole un zapato a su hermanastra.
-¡No, no los he visto!- contestó Metalcienta, al momento en que esquivaba el tacón de aguja del zapato de Mona.
-¡Pues búscalos!- gruñó Mona.

Metalcienta se dio media vuelta y se dispuso a buscar los tenis cuando desde el otro lado de la casa se escuchó un ensordecedor grito:
-¡METALCIENTA!- rugió Judy, encolerizada. -¿¡Por qué no has lavado mis gorras?!-
-¡Porque tu mamá no ha pagado el agua!- gritó Metalcienta, desde el pasillo.
-¡Pues ve por la agua a la cisterna!- contestó la caprichosa reggaetonera.
-Ah, ahora es “la agua”.- suspiró la metalera.

La pobre mujer buscaba los tenis rosas y trataba de figurar como sacar agua de la casi vacía cisterna sin caerse dentro de ella cuando un ruido justo atrás la hizo detenerse en seco. Conocía ese sonido. Miró hacia un lado, miró hacia el otro, luego se dio media vuelta y, asegurándose de que nadie la viera, se asomó por la ventana.

-¡Metalcienta…!- murmuró una voz que ella conocía perfectamente.
-¿Qué pasó, Lobo?- preguntó Metalcienta, irritada. -¡Oye, sabes bien que es peligroso que me vengas a ver a estas horas!-
-Ya lo sé. Solo vine de rápido. A Satán le han llegado buenas noticias y parece que eso nos involucra a todos. Dijo que vendrá por ti esta noche. ¿Está bien?- continuó murmurando el Lobo.
-Sí Lobo, sí.- dijo Metalcienta, cuidando que sus hermanastras no escucharan. -¿Entonces te veo en el Tártaro?-
-Sí. Misma hora, mismo canal.
-Okey. ¡Ahora vete antes de que te vean las tepis!
-¡Ta’ bien pues, ya me voy!

Y después de un ligero movimiento, el Lobo desapareció.
-¡¡METALCIENTA!!- gritaron a coro Mona y Judy, emberrinchadas.
-¡Ya voy!- respondió Metalcienta, para dar unos cuantos pasos que la llevaron a la habitación de Mona.
-¿Ya encontraste mis tenis?- preguntó la odiosa joven.
Metalcienta la miró de arriba a abajo, y luego su vista le indicó que la solución a ese problema estaba debajo de la cama de Mona.
-Ahí están, Monita.- sonrió Metalcienta mientras señalaba el horrible calzado que acababa de hallar. –Justo en tu nariz.-
-¡No seas tonta, Metalcienta!- dijo Mona, agachándose para tomar sus tennis rosas. -¡Yo no tengo la nariz en los talones…!-

“Pues la verdad ya no sé, Mona.” dijo Metalcienta para sí. “Con ustedes hasta lo más bizarro es posible…” La metalera iba a continuar con sus labores pero el timbre de la casa sonó con insistencia. Eso solo podía significar una cosa: “¡A ver qué trae ahora Doña Eutanasia!” pensó mientras bajaba las escaleras para abrir la puerta. -¡Hijitas mías!- decía Doña Eutanasia con todo entusiasmo, mientras agitaba un papel en las manos. -¡Pequeñas de mi corazón! ¡Preciosas niñas mías!- Mona y Judy corrieron a recibir a su madre con un evidente dejo de hipocresía en sus rostros.

-¿Qué traes ahí mamá?- preguntó Judy.
-¿Qué es? ¿Qué pasa?- preguntó Mona.

La expresión dulzona de Doña Eutanasia cambió por completo. Su sonrisa falsa se transformó en una exigente mueca al tiempo en que mostraba a las tres chicas un papel que sostenía en la mano. -El rey ha emitido este comunicado para todas las mujeres casaderas del Reino.- dijo, con firmeza. –El príncipe Tyler está buscando dos cosas: La número uno, una esposa que le permita ser rey cuando el tiempo sea apropiado. La número dos, una banda con vocalista femenina para que abra los conciertos de su banda, la afamada Black Tune.- Los ojos de Judy y de Mona brillaron tremendamente, pero los de Metalcienta hubieran deslumbrado a cualquiera.

Doña Eutanasia continuó con su explicación. –La desventaja de esto, señoritas, es que quiere que esa esposa y esa vocalista sea una misma persona. Esto parece un capricho difícil de cumplir, y sin embargo, muchas de las mujeres casaderas del Reino ya están formando y preparando sus bandas de metal. ¡Ustedes tienen exactamente dos semanas para hacer una banda, que una de ustedes cante y la otra haga los coros, porque esto se decidirá en una guerra de bandas en el Palacio Real! ¡El príncipe tiene que decidirse por una de ustedes porque nos urge salir de nuestras deudas!-

-Descuide, Doña Eutanasia.- dijo Metalcienta, sonriente. –Puedo decirle a mis amigos que nos ayuden a completar la banda, y les enseñamos a Mona y a Judy a tocar. Yo con gusto cantaré, lo traigo en la sangre. Sé que recuerda que mi papá era un famoso cantante de metal y…-
-¿Pero de qué cosa estás hablando, niña?- rió Eutanasia, frívola. –Mona y Judy van a participar. Tú no tienes derecho alguno.-

-¡¿Qué?!- exclamó Metalcienta, con el corazón roto. -¿Pero por qué?-
-En primer lugar, Metalcienta…- rugió su madrastra. –Tú no eres mi hija. En segundo lugar, ¡no voy a dejar que te cases con el príncipe! ¡Tú nunca serás más que una simple criada!-
-¡Pero ellas no saben nada de metal!- protestó Metalcienta. -¡Yo tengo los conocimientos, la actitud, el atuendo!-

Doña Eutanasia se echó a reír. Después de su hiriente carcajada, miró a Metalcienta de arriba a abajo. La joven llevaba puestas unas viejas botas de lona, un par de bermudas rotas, cadenas donde portaba sus accesorios de limpieza, una gastada playera de Iron Maiden, una muñequera negra, una pulsera con estoperoles y un pañuelo amarrado a modo de diadema en la cabeza…

-¿Atuendo?- musitó Doña Eutanasia. -¿Con ese atuendo de sirvienta pretendes presentarte en la guerra de bandas? ¡Metalcienta, no me hagas reír! Ahora ve a terminar tus labores… ¡Y deja de meterte en asuntos que no te incumben!- La jovenzuela controló sus lágrimas y se dio media vuelta, haciendo lo que su madrastra le había indicado. Mientras caminaba hacia el patio pudo escuchar las burlas de Doña Eutanasia y su patético par de hijas. “No sé cómo le voy a hacer…” pensó la joven metalera. “Pero no me voy a quedar fuera de esa guerra de bandas.”